martes, 21 de septiembre de 2010

Príncipe verde pistacho.



─ Me gustaría hablar contigo...
─ ¿Sobre qué?- preguntó preocupado.
─ Sobre cualquier cosa, solo deseo oír tu voz, tus opiniones.
Ver como mueves la cabeza cuando te despeinas, como abres los ojos cuando cuentas algo sorprendente, o como estás a punto de cerrarlos cuando te hacen reír. El tema del que hablemos no es importante, lo importante es que sepa aguantarme sin hacer lo que llevo tanto tiempo deseando hacer.
─ ¿Y qué es lo que deseas hacer?

Ella se quedó mirando sus ojos.
No sabía si debía hacerlo o si no. Por una parte, deseaba decirle cuanto le deseaba, pero por otra, tenía miedo a que él desapareciese de su vida. Pensó, se planteó decírselo, y cuando fue a decir las palabras mágicas, él la cortó:
─ Yo también
te quiero.
─ ¿Qué?
─ ¿No ibas a decir que me quieres?
─ ¿Cómo...cómo sabes eso?
─ Porque desde hace un tiempo,
me fijo en tu manera de mirarme, en tu manera de tratarme, de hacerme reír casi siempre, o de dejarme desahogarme si es necesario. Me fijé hace un tiempo, que tu manera de tratarme era tu manera de tratar a alguien especial. Tus ojos brillan cuando me miras, y eso quiere decir que tienes una ilusión o un sueño... No sé, pensé que me querías, pero veo que es lo que haces normalmente, o sin darte cuenta...
─ ¡No, no! Has acertado...Pero... ¿por qué me lo dices ahora, si llevas un tiempo sabiéndolo?
─ Porque cuando le conté a tu mejor amigo que te quería, él me dijo que hablase contigo. Quise hacerlo, pero tenía temor a que me rechazases o algo parecido.
Sé que no soy el tío perfecto, y sé que no soy atractivo, pero me gustas, me gustas mucho.
─ Ese temor lo llevo teniendo yo
desde que te empecé a querer. Y posiblemente no seas el tío perfecto, pero ¿sabes qué? La perfección no es ser perfecto, sino valorar lo bueno y lo malo de la persona que quieres, aceptarlo, y quererlo así. A mí me pareces atractivo, y bueno, quizás tengas defectos, pero... ¿quién no los tiene?

Él le cogió de la cintura, le arrastró hasta ponerla frente a él, y
la besó. Luego, él la miró y le dijo:
─ Posiblemente tengas razón con lo de la perfección, pero para mí eres perfecta. Me gustas así,
con tus mofletes sonrojados, con tus ojos verdes al sol marrones a la oscuridad, con tus sonrisas hasta en los días más oscuros, con tus ganas de ayudar.
─ Pues... ¿sabes qué? Siempre he pensado que los
príncipes azules no existían...
─ Y... ¿qué me quieres decir con eso?
─ Que supongo que tú serás
el de color verde pistacho...

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